COMUNICACIÓN VILLANTINA

EDITORIAL

 

SUBJETIVIDADES ADOLESCENTES, CONVIVENCIA ESCOLAR Y ESCUELA

 

Por:

Lorenzo Zúñiga Goyeneche

Docente

Colegio Antonio Villavicencio Institución Educativa Distrital

lozunigag@gmail.com

 

Dice entre charla y charla, Juanita, una estudiante, cuyos problemas van mas allá de los  que hay que resolver en el Álgebra de Baldor o en el Cálculo de Apóstol, conversando con su Directora de Curso: “Si bien es cierto, mi papá y mi mamá viven conmigo, es como si nada; la calle es mi familia, los computadores son mi familia; allá estoy aprendiendo mucho de mis amigos. Mis papás trabajan todo el día y no tienen tiempo para nada de lo mío, llegan tarde y se van temprano porque si no llegan a tiempo a donde trabajan, los despiden”.

 

En las instituciones educativas de las educaciones preescolar, básica y media las responsabilidades académicas, culturales y sociales con los niños, niñas, preadolescentes, adolescentes y jóvenes, se distribuyen de la siguiente manera: El docente es responsable del diez por ciento (10%), la escuela es responsable del veinticinco (25%) –acá se incluye el porcentaje del docente- y el otro setenta y cinco por ciento (75%) corresponde a la familia y a la sociedad. Sólo la cuarta parte es responsabilidad de los establecimientos educativos, y por ende del Estado, un estado social de derecho donde las responsabilidades no son sólo de los docentes”.

 

Oyendo a Amador y conversando con Yunis, dos eminentes investigadores en diferentes campos del conocimiento, el primero desde el lado de las Ciencias Sociales y el segundo desde la orilla de las Ciencias Médicas, en un acercamiento a las subjetividades de los adolescentes para la convivencia en la escuela, nos hacen pensar en torno a dos premisas de los jóvenes y de los adultos cuando mencionan:

 

[1] “El futuro ya pasó, el presente hay que vivirlo rápidamente porque de repente, se convierte en futuro”; y,

[2] “No hay que llorar sobre la leche derramada; lo que pasó, pasó”.

 

Aquí, motetes1  y barroco2 se enfrentan en los inicios de la segunda década del milenio3 a una de las sentencias de actualidad y pronunciada en muchas conferencias, coloquios seminarios, salones de clase por algunos postmodernistas de la educación, "lo único permanente hoy en día es el cambio”. Del pedazo de palo con que se escribía en la arena en el tiempo de los griegos hemos pasado al dedo con que se escribe en las pantallas de los tableros digitales en casi todos los lugares del mundo occidental. Mayo del 68 en Francia se asemeja mucho a Noviembre de 2.011 en Colombia, jóvenes universitarios en búsqueda de cambiar su destino bajo la consigna, “hay que salir a manifestarse en la plaza pública. Esto tiene que cambiar, ya no somos los niños adultos que no pensábamos, ni aquéllos en que las instituciones tenían la función de cuidarnos, sino que ahora que somos sujetos de derechos”. Del orden religioso, pasamos al orden militar, y ahora el mundo lo ordena lo económico; es una realidad innegable que el neoliberalismo como ordenamiento mundial obliga.

 

En el Colegio Antonio Villavicencio Institución Educativa Distrital desde el Área de Matemáticas, desde Octubre de 2.011 venimos planteando en nuestras discusiones de asignatura, qué es lo más importante en nuestro quehacer de docentes de aula, que nuestros estudiantes aprendan ¿lo cognitivo?, ¿lo formativo? o ¿lo convivencial?. Lo anterior, entre otros, cuando oímos sentencias de reconocimiento de muchos de nuestros pares: “Los niños vienen a la escuela a socializar con sus compañeros, lo que no sabemos los maestros es qué hacer con ellos ya que nada de lo relacionado con la academia les gusta, aquí hay un puente roto, ¿con qué lo curaremos? ¿con cáscara de huevo?”. Además, el sistema educativo colombiano con su política pública universal viene formateando todos los rincones de la escuela, por ejemplo el porte del uniforme se ha convertido en un lugar de conflicto, porque hay muchos estudiantes que no lo portan cuando se le exige y cualquier justificación sacan para no llevarlo. ¿Se debe portar o no el uniforme dentro de los establecimientos educativos a pesar que los manuales de convivencia lo contemplan? Algunos dirán que sí y otros dirán que no, cada uno con sus respectivas sustentaciones, bastante valederas por cierto. Lo cierto es que, el mundo de los adolescentes se mueve en un ejercicio de autonomía sobre sus cuerpos como respuesta a las distintas carencias afectivas de las que adolecen en el mundo de la virtualidad: “Hoy en día es mas fácil ver a las personas a través de las redes sociales que atravesando las puertas de las alcobas para saludarse”.        

 

Finalmente, ante el análisis reflexivo a las subjetividades adolescentes para la convivencia en la escuela, y donde para ser digno se requiere mínimo, tener una buena calidad de vida, vivir sin humillaciones y tener un proyecto de vida, Amador y Yunis convergen en:

 

[A] Reinstitucionalizar la escuela, la familia y la sociedad;

[B] Transformar las narrativas;

[C] Transformar las prácticas;

[D] Recuperar el saber pedagógico del maestro;

[E] Construir con estudiantes, docentes y padres de familia –asumiendo que papá y mamá siempre van a existir en la reconfiguración actual de la familia- nuevos conceptos, nuevos principios, nuevos valores para la escuela, desde la escuela y con la escuela;

[F] Recuperar el lazo social comunitario y,

[G] No llorar sobre la leche derramada; lo que pasó, pasó,

donde la normalización, el disciplinamiento y el ordenamiento al decir de Foucault es el pan cotidiano de cada día en la escuela, y el capital económico, el capital simbólico y el capital cultural adquieren nuevas dimensiones e interpretaciones en este mundo de la globalización.

 

Si el mundo de la calle desbordó lo institucional, y mi familia es la barra o el parche o la pandilla o la tribu o …, ¿cuál es el lugar de la escuela y de la pedagogía en el mundo de hoy?, es la pregunta que a cada momento nos hacemos los docentes de muchos de los rincones del país. 

 


1. Motete. Breve composición musical que se canta en las iglesias.

2. Barroco. Dícese del estilo artístico del Siglo XVII y parte del Siglo XVIII.

3.  Ante un publico restringido, ante un escaso auditorio: Ya nadie quiere escuchar sinfonías de los Siglos XVII y XVIII.

 

 

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